Dermis
La piel está formada por 2 capas principales: la dermis y la epidermis. La dermis, más gruesa y profunda, es el soporte nutritivo y estructural de la epidermis.
Compuesta, en gran medida, por una matriz de colágeno que dará soporte, flexibilidad y elasticidad a la epidermis, contiene vasos sanguíneos que aportarán nutrición a todas las capas.
Epidermis
La epidermis, la capa superior, se encarga de muchas de las funciones barrera de la piel. Se compone a su vez por varias capas formadas, en su gran mayoría, por una matriz de keratinocitos que en su continua renovación producirán lípidos y proteínas hasta dar lugar a los corneocitos que finalmente se desprenderán (descamación).
Lípidos
Lípidos de 2 orígenes distintos recubren nuestra piel. La mayor parte proviene de nuestras glándulas sebáceas, es el conocido como ‘sebo’: una mezcla de triglicéridos, ésteres de cera, escualeno, ácidos grasos y ésteres de colesterol.
La otra parte se origina en la epidermis. Ácidos grasos, ceramidas y colesterol forman, junto a los corneocitos, el estrato córneo, la capa más externa y que funciona de barrera protectora contra la pérdida de hidratación y la entrada de agentes nocivos.
La edad y el frío del invierno reducen la cantidad de lípidos de nuestra piel. La escasez de lípidos deteriora la función barrera de la epidermis que no podrá por tanto evitar la pérdida de agua y la piel se volverá más seca.
Antioxidantes
Los antioxidantes evitan el daño que la radiación solar UV nos producirá. De forma natural la piel viene equipada con vitamina E (alpha-tocopherol, principalmente), un antioxidante liposoluble que se acumula en la epidermis y que nos ayuda a luchar contra el daño oxidativo.
La exposición a la luz solar y el paso de los años reducirá las reservas de vitamina E de nuestra piel.
Ingredientes Vegetales
Los aceites de frutos y semillas están compuestos principalmente por lípidos, muchos de ellos con una enorme similitud a los de nuestra piel: ácidos grasos, escualeno, esteroles (vegetales) y vitamina E entre otros.
El aceite de Jojoba, por ejemplo, está formado fundamentalmente por ésteres de cera cómo los que producen nuestras glándulas sebáceas. Los aceites de pepita de uva, cártamo, germen de trigo o girasol son muy ricos en alpha-tocopherol, la misma forma de vitamina E natural que predomina en la dermis y la epidermis.